Título: Enseñar español a sinohablantes: reflexiones teóricas, propuestas prácticas
Autor: ROMANO, EVELIA (COMP.)
Editorial: HUB EDITORIAL (ARGENTINA)
Idiomas: ESPAÑOL
Año de publicación: 2013
ISBN: 978-987-1916-58-0
Páginas: 244
Reseña
(por Silvana Inés Camerlo, Profesora Adjunta de la Universidad Abierta Interamericana)
Fecha de publicación: 20 de marzo de 2014
¿Cómo procurar una dimensión afectiva por la cual se desee descubrir al otro? ¿De qué modo lograr que el conocimiento que cada persona tiene acerca de una determinada cultura y de su lengua sea profundizado? Tzvetan Todorov dice que sólo cuando hablo con el otro, lo reconozco como sujeto comparable con el sujeto que yo soy. Añade que toda investigación sobre la alteridad es necesariamente semiótica y que todo lo semiótico no puede ser pensado fuera de la relación con el otro. Partir de lo familiar y acercar posteriormente lo extraño, intercambiar ideas, saberes, percepciones y representaciones del mundo es la excelente propuesta de Evelia Romano, doctora en Literatura y Lingüística por la Universidad de California, coordinadora del Programa de Español para extranjeros, directora del Programa de Español para estudiantes chinos del Centro Universitario de Idiomas de la Universidad de Buenos Aires, y compiladora del libro Enseñar español a sinohablantes: reflexiones teóricas, propuestas prácticas. Romano se agencia— en el sentido deleuzeano del término—del concepto de Sylvia Molloy acerca de la impenetrabilidad del lenguaje: es necesario enfrentarse a las limitaciones del diálogo entre culturas y a las de la comprensión intercultural, a fin de abordar las cuestiones de la comunicación, que van más allá de la mera información lingüística. El docente deberá desplegar la capacidad de un antropólogo cultural y de un arqueólogo del lenguaje dentro del aula, intentar ser una suerte de constructor de un puente entre una cultura y la otra, ser un intermediario.
Para empezar, la acertada elección del término sinohablantes hace referencia a una realidad tan compleja como heterogénea. La lengua oficial de China es el mandarín, que se emplea en los medios y en la educación y que proviene de variedades norteñas. Sin embargo, no todos los estudiantes manejan el mandarín como su lengua primera. Dentro del conjunto de lenguas chinas existen tres grupos lingüísticos fundamentales: Yu, Wu y Min, cuyos exponentes son el cantonés, el shanghainés y el fujianés, respectivamente. Cada estudiante conoce y tiene como lengua primera la de su provincia, la de su ciudad o la de su comunidad.
Romano y sus colaboradores se dedican a rastrear interesantes puntos que pueden ser desconocidos para la mayoría de los lectores occidentales y en ocasiones, operar como prejuicios: el chino y el español son representantes de dos tipos de lenguas muy distintas. La primera es pragmáticamente orientada, mientras que la segunda, gramaticalmente orientada. La información que en chino se infiere del contexto, en español se presenta obligatoriamente. De ahí que sea necesario tener en cuenta que algunos errores cometidos por los estudiantes son de transferencia interlingüística: elisión de conjunciones, de verbos, errores de concordancia, ya que la reducción de elementos de relación es característica del chino. La enseñanza de la fonética del español a sinohablantes resulta prioritaria, debido a fallos en el silabeo, pronunciación con aire de staccato, dificultades de ritmo y de entonación, confusión entre las consonantes líquidas del español, además de otros fenómenos que pueden contribuir a formar una imagen estereotipada de los miembros de la comunidad china.
Uno de los muchos interrogantes planteados se refiere a si los errores cometidos por los estudiantes sinohablantes se vinculan con sus competencias lingüísticas o con sus desvíos en los géneros discursivos, producidos por su desconocimiento en lo concerniente a las pautas académicas de Argentina. El docente de lengua española deberá reflexionar acerca de las tensiones entre saberes y presupuestos ideológico-culturales que se presenten en el aula. Los estudiantes chinos han aprendido a aprender, parafraseando a Pichon Rivière, de una determinada manera que el docente podrá aprovechar, en vez de cuestionar o rechazar (trabajo individual e introspectivo, listas de vocabulario, memorización de frases hechas, repetición de modelos, entre otras estrategias de la idiosincrasia china, basadas en una tradición confucionista). Es decir que el profesor deberá enfrentarse a sus propios obstáculos epistemológicos, al decir de Gaston Bachelard. Interesante es el aporte del concepto de mianzi o rostro, el cual refiere al respeto o prestigio que una persona posee dentro de su círculo social. Es importante tenerlo en cuenta al alentar la participación en el ámbito áulico: el estudiante chino preferirá no arriesgarse a responder si no está seguro, ya que su error le hará perder rostro frente a sus pares y su docente. Además, muchos de los conocimientos que los occidentales consideramos como “universales” son desconocidos para los sinohablantes en relación a su universo referencial. Con respecto a ciertos referentes geográficos, históricos, artísticos o científicos occidentales, a pesar de no ser ignorados, no siempre serán decodificables, fáciles de traducir o de inferir por los estudiantes chinos.
Merece, a mi entender, especial mención la preferencia por la pedagogía posmétodo, propuesta por Kumaravadivelu (1994), la cual se opone a la guía de principios teóricos y prácticas preestablecidos; considera que ninguna teoría es útil si no es producida a partir de la práctica docente, y contempla la relación identidad- lengua- sociedad/ cultura, admitiendo el interjuego que el aprendizaje de una segunda lengua establece.
Estimo que la obra es por demás recomendable no sólo para aquéllos que acometan la enseñanza de la lengua española dirigida a estudiantes chinos, sino también para cualquier lector que desee incrementar sus competencias ideológico- culturales en orden al trato cotidiano con la comunidad de sinohablantes.